Leemos en la Biblia que “El cielo y tierra pasarán,
mas mis palabras no pasarán”. El autor de estas palabras no es nada más ni nada
menos que el propio Jesús. Como cristianos estamos conscientes de que existe
una eternidad, que hay una vida eterna que transciende los tiempos, pero, creo
que la mayor parte de nosotros no consigue ni imaginar lo que eso significa,
porque desde que tenemos consciencia de nuestra existencia, nos vemos limitados
a las horas, días y años. Y al pasar las horas, días y años todo sufre cambios;
en el ámbito biológico, todos envejecemos, los árboles y las plantas crecen; en
el ámbito tecnológico, ni hablar, cada día somos sorprendidos con nuevas
tecnologías, astronómicamente, inclusive el universo está en continua
expansión. Nada es estático. Sin embargo, el Señor Jesús dice que sus palabras
no pasarán.
En un mundo cambiante, o en ese estado de continuos
cambios, la sociedad parece tener esa necesidad de cambiar, y ese deseo de
cambiar junto a los efectos de una humanidad caída resulta en una afronta a los
principios divinos. El mundo entero habla de cambios, cambios en la familia,
cambios en la educación, cambios en los diferentes tipos de relacionamientos
interpersonales. Se habla tanto de cambios, que, si uno trata de mantener o
sustentar formas ya establecidas, es tachado de anticuado. Entonces, tenemos
una sociedad “Atea”, que busca estar en continuos cambios, y cristianos fieles
que quieren mantener una correcta tradición cristiana. Y cuando hablo de
tradición cristiana, no estoy hablando de tradicionalismo cristiano, que son
cosas muy distintas. El apóstol Pablo escribe en 1 Co. 15.3 que aquello que él
recibió es lo que transmitió a los hermanos de Corinto, es a eso a lo que me
refiero cuando hablo de tradición. Ahora podemos preguntarnos; ¿Cómo mantener
una correcta tradición cristiana, en un mundo de constantes cambios? ¿Cuál es
el papel de un cristiano dentro de una sociedad que cada día establece nuevos
parámetros y padrones de conducta?
En el Evangelio de Mateo 24:35, el Señor Jesús les
dice a sus discípulos que las palabras que ha dicho no pasarán, y Jesús siendo
Dios, no está hablando solamente de las palabras que sus discípulos pudieron
oír, sino, de toda la palabra que ha salido de la boca de Dios desde el
principio, es por eso que Pablo al escribirle a Timoteo le dice que “Toda
Escritura es inspirada por Dios”, y ese inspirado, en realidad debería ser
exhalado de Dios, pues habla del aliento de Dios, algo que sale de dentro. De
manera que las palabras escritas en este libro deben ser nuestra única regla de
fe y de conducta. Son estas palabras atemporales, que no están sujetas a
cambios, son estas las palabras que jamás pasarán, y son esas palabras que
deben guiar nuestra vida, porque son estas palabras registradas, que nos
enseñan, redarguyen, corrigen, e instruyen en toda justicia, para ser perfectos
delante de Dios, y estar preparados para toda buena obra.
Así,
esta palabra de Dios eterna e inmutable tiene un efecto vertical, a través de
ella, nos perfeccionamos para Dios, pero también tiene un efecto horizontal. El
versículo 2 del capítulo 4, repite dos palabras del 3:16, redargüir y
reprender, pero esta vez no están aplicadas a aquellos que no conocen la verdad. "Redargüir" aquí tiene el sentido de presentar una defensa contundente a un
determinado contrincante al punto de avergonzarlo, y "Corregir", tiene el sentido
de mostrar un camino recto entre dos cosas.
¿Cómo mantener una correcta tradición cristiana, en un
mundo de constantes cambios?
Conociendo la palabra de Dios
¿Cuál es el papel de un cristiano dentro de una
sociedad que cada día establece nuevos parámetros y padrones de conducta?
A esta pregunta respondo con aquello que Jesús les
dijo a sus discípulos, y Mateo registró en su Evangelio en el capítulo
15:13-14. “vosotros sois la sal de la tierra…vosotros sois la luz del mundo” la
sal conserva, no restaura, y para conservar en una sociedad de constantes
cambios, es necesario conocimiento de las verdades y principios divinos. Pero
también somos “Luz” y la función de la luz aquí no es deshacer las tinieblas,
sino, señalar el camino, como un farol, por eso dice que la luz no debe
esconderse, si no “alumbrar…delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo”
Para terminar, quiero quedarme con la imagen de la luz
a la cual Jesús se refería. La luz en los tiempos de Jesús consistía en
lámparas con mechas encendidas cuyo combustible era el aceite. Usted debe saber
que en el contexto bíblico el aceite muchas veces representa al Espíritu Santo,
de manera que, para permanecer firmes en nuestra fe, en medio de un mundo de
constantes cambios, necesitamos del conocimiento de la Palabra de Dios y de la unción
del Espíritu Santo.